Solos by Baker Adam

Solos by Baker Adam

autor:Baker, Adam [Baker, Adam]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Sobrenatural, Terror, Zombis
editor: Plaza & Janés
publicado: 2012-03-16T23:00:00+00:00


El espécimen

—¿Así que has vuelto a tu faceta de heroína? —le preguntó Punch.

Jane estaba fregando su habitación. Se había roto una cañería y había agua por todas partes.

—Trato de ayudar, si puedo. Para matar el tiempo, más que nada. Si el televisor funcionara, quizá me importaría todo una mierda.

—Quizá quieras tener vigilada a Rye.

—¿Hay alguna razón?

—No. Es una corazonada. A veces la gente no hace ni dice nada extraño, se comportan de una forma perfectamente normal, pero por dentro agonizan.

—Iré a verla, pero no puedo hacer gran cosa si ella no me lo pide.

Nadie sabía mucho de Rye. Pasaba casi todo el tiempo en su habitación. Sobre su cama había una fotografía clavada en la pared. Un bebé. La foto parecía vieja, llena de arrugas y de agujeros de chincheta.

Jane fue al despacho de Rawlins y consultó la ficha personal de Rye. La doctora había dejado de ejercer la medicina general y tomó un empleo en una refinería tres años después. No había ninguna explicación sobre ese intervalo.

Jane se encaminó a la habitación de Rye. Fingiría una migraña y le pediría calmantes.

La puerta estaba entreabierta. Rye, sentada en ropa interior sobre la cama, estaba grabando su nombre en el muslo, con la punta de un cuchillo. Gotitas de sangre caían al suelo.

Jane tosió para anunciar su presencia.

—Antes de que me preguntes nada —dijo Rye—, no quiero hablar de ello.

La tripulación había organizado una fiesta romana. Habían puesto la calefacción al máximo y en todo el bloque de alojamientos hacía un calor sofocante.

Ghost lideró una expedición al Hyperion. Se abrieron paso hasta el Ocean Bar y llenaron de bebida un carrito. Una operación relámpago. Jane le había dicho a Ghost que era una estupidez jugarse la vida por unas cuantas botellas.

—Es una cuestión vital —respondió él—. Si esos tipos no se desahogan un poco, se volverán todos locos.

Se vistieron con sábanas, conectaron la máquina de discos y la pusieron en reproducción aleatoria. Punch hacía de camarero y preparaba margaritas. Jane lamió la sal del borde del vaso y brindó.

—Salud.

Jane disfrutaba de la fiesta. Pocos meses atrás, cuando era superobesa, se habría quedado en la habitación. No habría podido ponerse una toga. Las sábanas no eran lo bastante grandes.

Punch había preparado canapés. Rollitos de salchicha y queso de tubo exprimido sobre galletas saladas.

Un par de tipos se quitaron la toga y bailaron en ropa interior. Ghost hizo correr un par de porros y ganó un concurso de flexiones compitiendo con Gus y Mal.

Sian se sentó tras una mesa para que los tíos dejaran de mirarle las piernas.

Rye se unió a la fiesta. No llevaba toga. Se quedó sentada cerca de la puerta, observando. Con una taza de cartón tomaba sorbos de tequila. Jane le llevó una bandeja de comida.

—¿Un margarita?

—No me gusta la sal que lleva.

—Pero ¿va todo bien?

—Mira —le dijo—, quizá aquí todos necesiten desesperadamente compartir sus penas, que alguien los comprenda, pero, mi mierda, prefiero comérmela yo sola.

Rye estaba agachada detrás de un banco de nieve. Salía de caza a la luz de la luna.



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